Qué difícil nos resulta soltar a las personas, dejar ir.
Los seres humanos estamos creados para vivir en sociedad,
necesitamos una relación, del tipo que sea, con otras personas,
porque queremos saber que tenemos un mínimo hueco en la vida de alguien,
saber que importamos,
porque si no fuese así nos sentiríamos completamente solos y nos invadiría la pena,
pero hay veces que nos aferramos demasiado a este sentimiento,
que tenemos la necesidad de saber con total seguridad que somos de gran importancia en la vida de otra persona,
sin ser conscientes de que lo que más hay en este planeta son personas y que para crear una relación social con alguien sólo hay que atreverse,
atreverse a conocer, a hablar, a dar el primer paso, o el segundo,
que al fin y al cabo la mayoría de personas son experiencias,
que empiezan y terminan, y lo que dejan es un aprendizaje y la maravillosa sensación de haber sentido,
pero no debemos retener una experiencia que ya ha terminado,
porque el sentimiento no será sano ni real.
Aprendamos a dejar ir y estar abierto a recibir aquello nuevo que nos viene a nuestra vida.
A veces las personas se van y vuelven, para ofrecernos otra experiencia y otro aprendizaje,
pero depende de nosotros que exprimamos esos momentos al máximo
o nos dejemos atrapar por el miedo y no seamos capaces de ver más allá.
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